Cuando estaba en el colegio
los días eran largos. Las lecciones penosas
y mi inadvertido talento artístico
llevaba sin yo quererlo afuera mis pensamientos.
Afuera de mí, digo.
Ella se sentaba delante mío.
Escribí RUTA en su espalda. Sobre su chompa
de uniforme. Dentro de aquel juego inocente
se escondía una boca del infierno.
Por decirle puta me botaron del colegio.
Ahí se truncó toda mi carrera escolástica.
Hubiese sido yo algo mejor que escritor, tal vez.
No lo digo yo, lo dicen otros.
Veinte años despúes la encuentro en un burdel
del barrio de San Blas.
Se puede odiar a la vida y su simetría?
Sí, se puede. No lo digo yo,
lo dicen otros.
Hace 1 semana
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