miércoles, 25 de marzo de 2009

Los lios de los viajes.

Los puntos de vista a los que nos someten los viajes no son tanto por el hecho de enfrentarnos a lo no cotidiano -y no hablo de los viajeros frecuentes, listo para lo inesperado, para los golpes de la suerte-, sino por la necesidad intrinseca que tiene todo viaje de movilizarnos corporal, mental, moral y espiritualmente. Un viaje es la forma más segura para que ocurra algo, un encuentro, un desacierto, una caída de presión, una vejez inanunciada. Un viaje, cualquier viaje, nos hace salir -aunque sea un viaje de retorno a casa- de la línea que hemos estamos trazando. El movimiento que comienza en la taquilla de los buses o en la agencia de viajes, o algo más menudo, en el hecho de subirse al colectivo urbano e ir desde nuestra casa al trabajo o a la academia, por ejemplo, es algo que durante el proceso es irrenunciable. Si volveríamos sobre nuestros pasos, también estaríamos comenzando otro viaje; si perdemos el avión y nso quedamos varados en el aeropuerto, es otra forma del viaje. No recuerdo el nombre del griego que dijo que todos los problemas humanos comienzan en el hecho de no querer quedarse en casa, en la necesidad innecesaria de querer desplazarse. Si uno se quedase quieto, mudo, concentrado el blanco surgiría de por si. Dejariamos de lado las necesidades. No cargar con nada, liberarnos. No me mal entiendas, no hablo de la muerte. Hablo de los puntos de vista a los que nos someten los viajes.

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