(Las edades de la pirita)
(Acercamiento al
prólogo de otra antología de Fabre:)
(Escribir
poemas es tan inútil como la vida misma. La utilidad de la vida como
la de escribir poemas es sustentada por cada individuo y cada uno de
nosotros le da el grado de importancia a cada acto, creación, oficio
o trabajo realizado durante la vida. La Poesía se sustenta en su
propia invención, pero la importancia de la Poesía es determinada
por cada uno de los poetas o de los lectores de poesía o editoriales
que la publican. El hecho concreto de escribir versos es importante
sólo para los interesados y para nadie más. Así, las antologías
de poetas pueden ser medidas en importancia desde el punto de vista
del antólogo, de los poetas seleccionados, de los poetas no
antologados y desde la visión de un crítico literario. Mi opinión
sería la de un poeta no antologado, pero me gustaría aclarar que
ello no implica una visión de “resentido” -como les gusta llamar
a los que no estamos de acuerdo con algo política y socialmente
aceptado y como si ello demeritara nuestra crítica. Entonces, al ser
un poeta no antologado, puedo decir que mi crítica es más libre y
más objetiva que la de un crítico literario o la de algún
participante directo de la antología; pues no tengo intereses de
ningún tipo. Los únicos objetivos que me mueven para hacer este
texto son mi interés y amor por la poesía.)
(Valdría
la pena aclarar también que este acercamiento más puntual hacia el
prólogo de La edad de oro. Antología de poesía mexicana
actual (UNAM, 2012) surgió a partir de los diálogos con
algunos poetas incluidos en ella después de divulgarse ciertos
comentarios que fueron tomados como “irresponsables” de mi parte
en una charla casual en Facebook, lo que me hace pensar que ahora uno
tiene que cuidarse de lo que opina en un ambiente tan de chisme, de
comunicación inmediata y poco serio en cuanto a crítica literaria
se refiere como lo es el Facebook, pero en fin, como dije al
principio, cada quién le da importancia a lo que le interesa. Lo
bueno de esta experiencia es que puedo, motivado por esas
incomodidades ocasionadas involuntariamente, escribir este texto que,
aclaro, nunca consideraría como un ensayo profesional o académico,
si no una crítica sobre la visión impostada que Luis Felipe Fabre
tuvo que crear para convencer al lector inexperto de que los poetas
que conforman esta antología son eso: los poetas que dan rostro a la
poesía mexicana actual.)
(Antes
de comenzar, aclaro que no voy a generalizar aunque en algún momento
lo pueda parecer, y que, en donde diga “poesía mexicana” o
“poetas mexicanos”, estoy hablando sólo de alguna poesía
mexicana y de algunos poetas mexicanos.)
(Desde
hace algunos años vengo diciendo y escribiendo que en la poesía
mexicana y en algunos poetas mexicanos no existe la invención ni la
mutación y que la mayoría de poetas mexicanos imitan, copian y
hasta plagian por su falta de genio o don creativo. Afirmo nuevamente
que para mí No existe la llamada Poesía Mexicana. Y después de
esta afirmación, se confirma para mal que Fabre vuelve a usar un
concepto ya tan gastado pero poco analizado o estudiado a fondo,
dando por hecho que todo mundo sabe qué es lo que conforma, parte
por parte, cada órgano que hace funcionar al ente de innumerables
cabezas que es la Poesía Mexicana. Luego, como para salvarse un
poco, afirma en una entrevista que lo hace “sólo para molestar”;
entonces, ¿él puede buscar la provocación y la molestia, pero uno
no? En teoría, cuando lanzas una piedra diciendo que es para
molestar, aceptas implícitamente la reacción que estás buscando en
ella. Pero en mi caso, más que molestia siento cansancio de leer
siempre sus mismas declaraciones, y trato de entender su afán de
mostrar las propuestas “más transgresoras y atrevidas” del
momento cuando en realidad son propuestas que forman parte de toda
una tradición poética mexicana que al parecer no ha llegado a sus
ojos, y lo único que sí demuestra es su desconocimiento de muchos
otros autores que coinciden en el desarrollo de temáticas y
estructuras, pero al parecer, no en los puntos de reunión en los que
“ha descubierto” a sus autores de la poesía mexicana actual.)
(Preguntas
aparte: ¿México se ha convertido en el país de las antologías
poéticas? ¿Se le ha ganado a España en publicar más antologías
de poetas vivos? ¿Sirve de algo en verdad publicar tantas antologías
de los mismos poetas con casi los mismos poemas? ¿Será sólo un
incentivo más para que el Estado les siga resolviendo la vida
material, o será que las instituciones quieren ver el producto sin
importar la calidad de las antologías?)
(Párrafo
histórico: Tenemos como ejemplo principal que en el 2002 salió
publicada la antología El manantial latente / Muestra de poesía
mexicana desde el ahora: 1986-2002.
Selección y prólogo de Ernesto Lumbreras y Hernán Bravo Varela
(marcaré en negritas los conceptos que ocupan los antólogos en los
subtítulos para ver cómo se reafirman y confirman su obsesión por
ser Los Poetas de este tiempo, del aquí y el ahora de México e
Hispanoamérica). Esta antología publicada también con la
intensión de transgredir y molestar (como mencionó uno de los
poetas antologados a otros poetas no antologados durante una plática
en una cantina enfatizando que esa era una de las intenciones de
Lumbreras y Bravo Varela), fue, desde mi punto de vista, un fallido
intento por registrar la producción poética de ese momento,
reafirmando, por el contrario, la falta de paciencia poética, la
inocencia e inexperiencia por parte de los antólogos y el abuso de
la condición de “jóvenes poetas” -circunstancia cronológica
inventada más por CONACULTA que por la Poesía.)
(El
manantial latente quebró de por vida la confianza que se pudo
haber tenido en los poetas antólogos mexicanos. De por sí, las
compilaciones anteriores desde Poesía en movimiento hasta
Asamblea de poetas y La rosa de los vientos crecieron
mochas; quiero decir que por lo menos el 50% de poetas
antologados dejaron de escribir o nunca decidieron dedicarse a la
poesía en serio, y creo que lo mismo pasó con los suscritos en El
manantial latente. Aunque al final de la antología los amables y
comprensivos antólogos hacen una lista de “Todos los posibles
poetas que en algún momento de su vida escribirán algún buen
poema” y no me molesta decir que estoy incluido en esa lista y que
al pasar ya 11 años de su publicación, ahí hay que darle mérito a
los valerosos compiladores, pues sí que estoy en mi mejor momento
poético, cosa que no podría decir de algunos poetas prematuramente
antologados. Y así se fueron sucediendo otras antologías casi con
los mismos personajes poéticos, variantes más variantes menos.
2005: antología El decir y el vértigo / panorama de la poesía
hispanoamericana reciente (1965-1979)
Selección de Rocío Cerón, Julián Herbert y León Plascencia Ñol.
Prefacio: Hernán Bravo Varela y Eduardo Milán. O veo doble o
algunos nombres se repiten de antología en antología (por cierto,
sabemos que Milán es un producto de Paz y que este producto ha
acogido a estos poetas antologados como casi hijos o ahijados suyos;
en fin, otro caso que merece texto aparte). Esta antología nos
muestra a los poetas hispanoamericanos, van otra vez con esa manía
del tiempo: reciente. Y por supuesto no sólo sería
cuestionable el autonombramiento y la exclusión más aventurada,
pues en este caso hablan por toda Hispanoamérica, sino las
propuestas estéticas. Pienso siempre si el ser aceptado, leído y
antologado no genera en verdad un peligro para los poetas que están
recién escribiendo su obra. Pero en fin, en ese sentido no se
puede culpar a los poetas, pues en muchos casos su vanidad responde
por ellos y sabemos desde hace mucho que ninguna antología, por
insistente que ésta sea o por la mayor calidad poética o editorial
que tenga, podrá, nunca, garantizar la calidad de la propuesta
estética del poeta. Ahora 2008: antología Divino tesoro /
Muestra de nueva poesía mexicana (1965-1979).
Coincidencia o no, creo en verdad que el tiempo los aterra. ¿Y quién
hace la selección y el prólogo? ¡Sorpresa! Luis Felipe Fabre. ¿Y
a quiénes selecciona? Pues no a los mismos, pero sí a casi los
mismos. Ustedes pueden verificar cada una de estas antologías y la
repetición de nombres que a su vez aparecerán relacionados en
diversos roles públicos: jurados de premios; comité dictaminador
para otorgar becas; editores de las editoriales en donde se publican
y promueven las ediciones de estas antologías; funcionarios de
instituciones en donde se apoyan estas mismas antologías y por
supuesto en ese afán de presentarse mutuamente como Los Poetas
Mexicanos de la Poesía Mexicana.)
(Preguntas
aparte: En esas coincidencias, de tanto repetirse poeta por poeta y
poema por poema y antología por antología: ¿Cómo no creer que
conforman un grupo? Tal vez se trate de una acción involuntaria, tal
vez no exista una consigna o un manifiesto que los congregue como
grupo, tal vez ni siquiera sea ése su objetivo ni necesidad en
absoluto, pero me parece que si uno es atento y ata cabos, puede
encontrar ciertos lazos que van más allá de una relación amistosa.
Que si el punto de coincidencia principal es la amistad, eso no debe
siquiera cuestionarse. Lo que es cuestionable es si acaso el hecho de
ser amigos y poetas les da el pase automático para autoerigirse de
esa forma sin tomar en cuenta a todos los grupos de amigos poetas que
tendrían el mismo derecho y capacidad para autoerigirse como los
poetas mexicanos actuales de todos los tiempos, pero que
curiosamente, no tienen la necesidad de hacerlo.)
(Esta
reflexión viene al caso porque cada que abro un diálogo con uno de
estos poetas que podríamos llamar “Poetas de la Casa del Poeta”
o del FCE o del CONACULTA o del INBA, me dicen que no pertenecen a
ningún grupo. Que no estamos en la época de Los Contemporáneos y
que yo no soy estridentista ni infrarrealista. Cierto. Pero, ¿no es
un poco sospechosa su forma de actuar o su desempeño como persona en
el disfraz del poeta? Sin embargo, el verdadero diálogo está en la
lectura y en el descubrimiento la calidad en lo que escriben algunos
poetas de ese otro “no grupo”. Muchos de ellos realmente tienen
una propuesta poética decorosa y profunda. Nacieron para escribir
poemas. Pero también es necesario reconocer que, como en todos
lados, y como dice el mismo Fabre al referirse a algunos poemas de
Papasquiaro, existe basura, así que espero no se ofendan si en algún
momento señalo algunos elementos de este tipo en algún poema, que
la aseveración será siempre al texto y no al escritor.)
(Terminaré
esta introducción diciendo que hay como otras cinco antologías que
pretenden reunir a lo más actual o representativo de poetas
mexicanos o hispanoamericanos pero que no aportan mucho a las ya
mencionadas. Ello radica en que los criterios de selección varían
de acuerdo al poeta de moda que salte de algún sitio de la Novedad
Editorial, el Premio Nacional o la Beca en curso, o de acuerdo a lo
que el programa editorial sudamericano vocifere como actual, e
incluso de acuerdo a los comentarios de amistades directas y de
encuentros poéticos a los que el antólogo haya sido invitado.
Porque, eso sí no podrán negarlo: en este baile de vanidades,
mientras mejor trates al poeta en jefe del momento, mejor serás
tratado, y así hasta crear eslabones casi eternos que suelen
romperse sólo cuando los intereses personales separan a cada poeta
de su anterior “no grupo” de poetas.)
(Ahora
sí, vuelvo a la antología La edad de oro / Antología de poesía
mexicana actual. Fabre cuenta en su prólogo
que uno de los motivos que lo llevan a crear la reciente antología
es porque un sudamericano comentó que “A la poesía mexicana le
falta calle”. Jorge Esquinca (otro maestro poeta del “no grupo”)
ya había mencionado la misma anécdota en la Casa del Poeta como
por el año 2011 cuando dicha institución organizó unas mesas de
discusión sobre la poesía mexicana actual. Curiosamente, durante
esas sesiones la mayoría de los invitados habló sobre la obra de
Los Contemporáneos y López Velarde, lo que me hizo pensar que
existe una severa confusión sobre lo que es la poesía mexicana
actual, o una prohibición a hablar de ello en público, como le pasó
a Bautista en una de esas sesiones cuando empezó a referirse a
autores vivos y con obra reciente, y con una frase fulminante Antonio
del Toro lo hizo callar al momento, lo que ocasionó que Bautista no
volviera a emitir comentario alguno. En dichas mesas Esquinca dijo
que en Argentina, alguien, (nunca han dicho quién fue el poeta que
lo dijo y si era argentino o no), comentó que “A la poesía
mexicana le falta calle”, y yo, riendo dentro de mí me dije que
claro que cualquiera que leyera El manantial latente o a Jorge
Esquinca, sea sudamericano o no, pensará lo mismo. ¡Claro que les
falta calle! Pero esto que se toma como una afrenta o un defecto no
es ni lo uno ni lo otro. Sólo es una cruda verdad que no tendrían
que esmerarse en cubrir o afanarse en demostrar lo contrario,
simplemente deberían asumir su estilo y estudiarlo, no para forzarse
a cambiarlo, si no para enriquecerlo en una estética particular.
Pero, ¿qué sucedió? Que a Fabre se le ocurrió que con una
antología de algunos amigos suyos podría demostrar lo contrario y
afirmar con orgullo que él había sido el descubridor de poetas
mexicanos en cuya propuesta Sí existía la calle necesaria como para
callarle la boca a quien se atrevió a decir lo contrario. Sin
embargo, parece que su selección fue dictada más por capricho
personal que por un interés verdadero de investigar sobre la
producción poética del país en donde es evidente la preocupación
y la diversidad de abordar dicho tema. Desde los años 70 o desde
antes existen poetas con Calle y no sólo en la poesía sino con la
calle misma en la carne. Aquí es donde uno confirma que a Fabre no
sólo le hace falta calle sino también lecturas. Eso se soluciona
con que tuviera la humildad y paciencia de leer al otro 90% de los
poetas mexicanos cuya actualidad está implícita en la
atemporalidad.)
(Dice
Fabre en su prólogo: Porque aunque haya todavía quienes se
empeñen en negarlo (o tal vez sea un tanto invisible para sus
practicantes), durante la mayor parte del siglo xx hubo un modelo
poético imperante en México que se identificaba a sí mismo con las
dimensiones “más sublimes” de la lengua: un lenguaje de “altos
vuelos” sustentado en una confianza desmedida (y un tanto
anacrónica)
en los poderes de la lírica.)
(Pero
no hay negación, es claro que él y sus antologías reafirman esa
aseveración. Otra vez oí al poeta Esquinca defender a la vieja
frase francesa de “La poesía por la poesía”. Y el mismo
Esquinca me aseguró que sólo leía a sus amigos. Me imagino que él,
creyéndose de las familias imperiales no mezclaba su sangre poética
con ninguna otra poética. Y como Esquinca es amigo de Fabre, me da
pie para mal pensar que esa práctica de no leer a quien no es su
amigo se transmitió como un consejo que, desde mi punto de vista,
lleva a la ignorancia y a la terrible actitud de proveerse sólo de
lo que, por conocido, es bueno, sin arriesgarse un poquito a conocer
aquello que dicen que no debe leerse, que no vale la pena leerse o
que es muy difícil de leerse; aquello que se encuentra en las
editoriales lidereadas por gente que, dicen, es intratable, por gente
con la que no hay que juntarse porque suele tener opiniones críticas
ante el sistema cultural vigente.)
(Más
adelante Fabre continúa justificando su selección diciendo que la
antología actual es muestra de que ya rompió el cascarón, y se
revela: Podría leerse, incluso, un cierto “clasismo” más que
un “clasicismo” (en un país tan clasista como éste) en las
exquisitas maneras de aquel modelo poético. Un intento por
demostrar, poema a poema, una pretendida superioridad sobre otras
posibilidades verbales. ¿A la poesía mexicana le faltaba / falta
calle? Sorprende que siendo el lenguaje coloquial tan lúdico
en México, la poesía fuera tan tiesa, tan acartonada, tan
formalita. Un asunto de buenos modales. De gente bien educada. Culta.)
(Pero
por favor, basta leer cualquier ensayo escrito por él en la revista
Letras Libres para darse cuenta de que lo que según él
denuncia y rompe, lo cuida y asegura para su bienestar propio. No
existe contradicción más grande que querer ser un punk con encajes.)
(Preguntas
aparte: ¿Creerá Fabre que en verdad es un rebelde? ¿En serio se
siente ya muy de la calle? Llama polémicos a un grupo de poetas
totalmente consentidos por un sistema político y social corrupto.
¿En dónde está la polémica de El manantial latente si es
muestra de docilidad pura? Ni siquiera dan para armar una polémica.
Ante la sujeción de parámetros estéticos no existe discusión,
porque todo está tan bien acomodado que no altera ningún orden. Tal
vez, más que polémica, lo que ocasionó El manantial latente
fue que el otro 90% de poetas mexicanos sonrieran conscientes de que
el poeta tiene que vivir en su espacio poético y no en el tiempo de
los antólogos. Ése es un pensamiento romántico que me permito
creer.)
(Algunos
poetas de esta antología me cuestionan en demasía el por qué
generalizo tanto, pero no son autocríticos con Fabre y a él sí le
permiten generalizar en el prólogo: Ahora bien, lo anterior no
quiere decir que las nuevas generaciones no lean a los poetas
mexicanos de otras generaciones. ¿A qué poetas mexicanos de las
nuevas y otras generaciones se refiere? Aquí asegura que todos los
poetas vivimos en un país de poetas lectores en donde todos nos
leemos unos a los otros cuando él mismo no lo hace y miente para
beneficiarse y beneficiar a sus antologados. Como podemos comprobar
casi de inmediato, sólo vean la lista de los becarios del Sistema
Nacional de Creadores y la lista de los jurados y se darán cuenta de
que siempre hay un mínimo del 10% de los mismos escritores y poetas.)
(Fabre
descubrió recientemente a Papasquiaro y a los infrarrealistas y ya
cree que con ese descubrimiento ya está del otro lado de la poesía
mexicana y que ya propone cosas nuevas. Y eso que los descubrió
-como muchos lo hicieron- gracias a la fama inevitable de Bolaño y
no por la poesía de los infras.)
(Como
lo escribí en otro texto, para mí el único poeta, de este nuevo
no-grupo, que ha demostrado serlo es Gerardo Deniz, y eso que el
viejito recibió en su momento toda la ayuda de Paz y ahora toda la
ayuda del grupo de Paz. Pero a trabajo dado merecimiento otorgado.
Aunque se le haya otorgado un premio Aguascalientes sin pedirlo.)
(Nunca
he creído y no practico el culto a la personalidad. Y no sé por
qué, las extravagancias personales en algunos poetas se toma como
algo bello e imaginativo y en otros poetas molesta e indigna, cuando
sólo deberían tomarse como eso: extravagancias personales.)
(El
ejemplo que pone Fabre: En este sentido puede entenderse la
popularidad de Gerardo Deniz entre las nuevas generaciones de poetas
(Minerva Reynosa incluso se ha tatuado un par de versos de Deniz en
el pecho a modo de collares: un fabuloso tatuaje hay que decir))
(Preguntas
aparte: ¿Cómo no va a ser popular Gerardo Deniz si tiene a todo el
aparato cultural mexicano apoyándolo y este mismo aparato cultural
mexicano sepulta al 90% de los otros poetas no populares? Un ejemplo
claro y concreto: la Coordinación Nacional de Literatura del INBA
mantiene, además del sitio donde se difunden sus actividades
cotidianas, un Catálogo Bibliográfico de Escritores Mexicanos. Se
sorprenderán cuando lo consulten y descubran la cantidad de
escritores que hay en el país. Pero más sorprendente será revisar
la cartelera de actividades de dicha institución y encontrar ciertos
nombres que se repiten cíclicamente, concentrando los recursos de
una coordinación que supuestamente debería servir para apoyar y
difundir a los escritores de todo el país (en tanto que ostentan lo
Nacional en su nombre) en beneficio de algunos cuantos, casi siempre
del Distrito Federal y cuya inclusión obedece, la mayoría de las
veces, a lo políticamente correcto más que a su propuesta
literaria.)
(Como
suele suceder, las alegrías de unos cuantos serán las desgracias de
muchos. Pero eso no parece importar cuando eres el beneficiado de la
política cultural, y es entonces cuando surge la polarización entre
abusivo y resentido; lo que Sabato llamaba “el moño”: tiene que
existir un Pinochet para que exista un Ché Guevara. Y aquí lo
curioso es que muchos de los poetas beneficiados por un estado
corrupto como el mexicano se crean estar del lado del Ché. En fin,
una paradoja a resolver con la misma vida.)
(Veo
otro ejemplo de justificaciones: Entre los mexicanos antologados
en El decir y el vértigo se encuentran ya Eduardo Padilla
(1976) e Inti García Santamaría (1983): dos poetas que inauguran
una nueva fase de la poesía mexicana.)
(Creo
que ni el ensayista más adelantado podría explicar qué quiso decir
Fabre con eso de: nueva fase de la poesía mexicana.)
(Es
verdad que se puede arriesgar “sólo para molestar”, como él
dice, pero aquí hace quedar mal a estos dos poetas que, como él
mismo ratifica, habían sido seleccionados anteriormente y uno de
ellos aparece en las dos antologías. Si para ellos la nueva fase de
la poesía mexicana es ser radical, entonces qué hacemos con poetas
de la talla de Ramón Martínez Ocaranza o del mismo Orlando Guillén,
en verdad radicales. Y si fueran radicales en vida y no sólo en obra
nunca hubieran aceptado salir publicados en una antología. Aquí veo
un defecto de discurso al querer asignar palabras que los poetas no
llenan, y no por defecto del poeta nombrado, sino porque la
naturaleza del poeta es otra; lo que sucede es que Fabre necesita
definir sus conceptos de actualidad para justificar la selección de
estos poetas y no otros. Lo novedoso para él es querer darle calle a
los poemas “descubriendo” formas y vistiendo de disfraces a los
poetas que él está antologando.)
(Los
poetas antologados son:)
(Paula
Abramo / (Ciudad de México, 1980)
Alejandro
Albarrán / ( Ciudad de México, 1985 )
Rodrigo
Flores Sánchez / (Ciudad de México, 1977)
Inti
García Santamaría / (Ciudad de México, 1983)
Maricela
Guerrero / (Ciudad de México, 1977)
Yaxkin
Melchy / (El Telar, 1985)
Óscar
de Pablo / (Ciudad de México, 1979)
Minerva
Reynosa / (Monterrey, Nuevo León, 1979)
Daniel
Saldaña París / (Ciudad de México, 1984))
(Y
aunque se hayan molestado conmigo algunos de los poetas antologados
cuando me referí a ellos como clasemedieros o pequeño burgueses,
por más que leo su ficha biobibliográfica no veo que ninguno sea
campesino, ni obrero, ni indígena, ni pordiosero. Creo que les ha
ido muy bien en sus carreras poéticas. Y que si en algún momento
han participado en alguna marcha social o política es sólo por
apoyar a tan buenas causas con su amable conciencia. No encuentro el
insulto en una condición socioeconómica real.)
(Lo que
hace Fabre a continuación es explicarnos por qué seleccionó a
estos nueve poetas y por qué sus estéticas tienen la calle
necesaria para ser consideradas como la poesía mexicana actual:)
(Ambas
escrituras parecen provenir de otro sitio:... / poemas de García
Santamaría, por su parte, proponen un lenguaje al borde
del autismo pero provisto de una ternura adolescente.)
(Toda
poesía proviene de otro sitio. Se podría uno decidir por el autista
o por la ternura adolescente. Y si decidimos, ¿el poeta García
Santamaría quedará bien representado en sus poemas?)
(El
título de uno de sus libros podría entenderse casi como una
poética: Corazoncito. El tono juvenil (casi infantil) de sus
poemas resultó más que refrescante en un momento en el que el tono
engolado de la poesía mexicana se empeñaba en agonizantes
estertores.)
(Y dale
con generalizar ¿no que eso no se hace? le pregunto a los dos poetas
antologados que me regañan porque generalizo. Entonces, ¿cuando
Fabre habla bien de ustedes, sí se puede generalizar, y cuando se
les critica no se puede generalizar?)
(Y
podría Fabre ser más preciso y explicar en qué momento el tono
engolado de la poesía mexicana se empeñaba en agonizantes
estertores. ¿Sucede en la Condesa o en la Roma o en Polanco o en el
Pedregal? Porque para mí el invento de la poesía mexicana de
ciertos círculos poéticos no ha dejado, desde su inicio, de tener
ese tono engolado y de reproducir esos agonizantes estertores.)
(Creo
que aquí, en lenguaje popular, se le podría decir al prologuista:
“No me ayudes, compadre”.)
(Quitándole
todos los letreros que Fabre les puso, los poemas seleccionados se
salvan solos o mueren solos. No hay de otra para el poema publicado,
lo escriba quien lo escriba. Lo desmedido son los letreros y
explicaciones gratuitas con que Fabre equivocadamente los quiere
presentar, forzando a los poemas y a los poetas a vestir una ropa
estética que no tienen. Si entro a leer a García Santamaría, me
hago cómplice de los poemas del poeta y dejo totalmente el
comentario en el prólogo. Ni al borde del autismo, ni adolescente,
ni radical, ni inauguración de nuevo lenguaje, ¿por qué no sólo
el disfrute de un poema, y ya está? ¿Por qué debo encontrar lo que
Fabre dice que hay ahí cuando puedo leer sin prejuicio alguno y
encontrar muchas otras cosas, algunas quizá contrarias a lo que él
asegura que están en el poema?)
(Así
sucede con cada uno de los poetas antologados. Las explicaciones del
antólogo sólo ensucian y abruman la personalidad y la estética de
cada uno de ellos. Por eso insisto: lo molesto no es la antología en
sí, sino la absurda necesidad de proclamar a todos los vientos que
se trata de la poesía mexicana actual y que nos quieran convencer,
cuando sabemos que no es necesario, de que estos poemas tienen calle:
Tal es el caso de Yaxkin Melchy (1985) e Iván Ortega López
(1990), cuyos poemas, a la vez que retoman elementos de poéticas
transgresoras, por momentos juegan a parecer anotaciones delirantes
hechas en un cuaderno de clase de química o biología una mañana
cualquiera en la secundaria. Anotaciones delirantes: “Hace falta
locura en el mundo mexicano”, escribe Yaxkin Melchy al comienzo de
uno de los poemas aquí antologados. Pero donde dice “mundo”
habría más bien que leer “poesía”, pues más que en el mundo
mexicano (que está ya bastante desquiciado), donde realmente hace
falta locura es en la poesía mexicana: tan lúcida, tan inteligente,
tan racional, de Sor Juana a Paz, pasando, claro, por Gorostiza: “¡oh
inteligencia, soledad en llamas!” Y por lo que puede leerse, Yaxkin
Melchy está dispuesto a aportar toda la locura que haga falta.)
(No sé
si los poetas antologados leyeron el prólogo antes de que se
publicara este libro, pero si son tan críticos, autocríticos,
rebeldes, callejeros, radicales e irreverentes, ¿por qué aceptaron
tales absurdos al ser definidos de esa manera en el prólogo?)
(Está
claro que uno no va a encontrar locura en Paz o Gorostiza y menos en
Sor Juana; ¿quién cree Fabre que somos los lectores, unos
verdaderos idiotas o que sólo leemos, como él a sus amigos? En
verdad esas aseveraciones con respecto a lo que escribe Yaxkin son
absurdas hasta la risa. Se lee uno todos los manifiestos
vanguardistas desde principios del siglo XX hasta llegar a los más
latentes que, en caso mexicano son los manifiestos infrarrealistas, y
ahí encuentras la locura que pide Yaxkin. Es como querer ir al
Palacio de Bellas Artes a patinar en la sala mientras dices tus
poemas. Lo novedoso no está en pedir la locura, lo novedoso estaría,
en verdad, saltar a la locura real, sin las fotos o videos en youtube
tan pertinentes y decentes, porque, al final de cuentas, si no lo
fueran, hasta el youtube los borraría si lograran demostrar toda la
locura del mundo. Vuelvo a decir que esto no es culpa del poeta
nombrado o hasta ridiculizado involuntariamente, esto es una falta de
lecturas de Fabre. Yaxkin no merece una presentación tan socarrona.
Lamentablemente
para Fabre, 30 poetas más o menos, nacidos entre las décadas del 50
y el 90, son los que proponen, dicen, dictan modas, marcan derroteros
e inauguran estéticas en todo México. ¿Realmente cree que todo el
mundo poético son sus antologías y las que hacen sus amigos? ¿En
verdad se puede llegar a estar tan enfermo de vanidad y de cinismo
crónico?)
(Se
agradece que la antología se pueda disfrutar sin su prólogo y que a
cada poeta se sostenga por sí mismo, sin tanto letrero absurdo ni
tanta desquiciante explicación de quiénes son y adónde van y de
dónde vienen. Por ejemplo: Un poeta renovador siempre es una
excepción y por lo tanto un solitario. ¿Cuántos poetas renovadores
coexistiendo en un mismo tiempo y en un mismo país son necesarios
para hablar de una época excepcional? Aquí van nueve y hay más.)
(¿En
serio es una broma? ¿Cree inocentemente Fabre que uno va a aceptar
este comentario y dejar que les coloque una corona de cartón por ser
poetas “renovadores y solitarios”? ¿Es en serio que uno tiene
que quedarse callado y aceptar esta ridiculez? Y después se enojan
conmigo porque escribo “tonterías y falacias” (lean bien, Flores
y Albarrán: de mí se burlan y cuestionan lo que digo y permiten que
Fabre los defina con malabares y luces de artificio que sólo adornan
la superficie de lo que ustedes están en vías de construir, porque
una época excepcional y una obra excepcional podrá percibirse hasta
que ambas hayan sido verdaderamente construidas y no mientras se
encuentran en el proceso de gestación, como sería el caso de ambos
en tanto que su carrera poética empieza, o va a la mitad, pero en lo
absoluto está concluida). Se podría notar, en cada uno de los
poemas aquí antologados, la intención de renovar estructuras y
juegos lingüísticos, pero más allá de que lo logren o no, habría
que tomar en cuenta que no son los únicos que lo han o lo siguen
intentando. Y eso de ponerlos románticamente como poetas solitarios,
por favor, ni que vivieran en el desierto. Es verdad que no conozco
personalmente a los nueve, pero puedo decir que los que conozco nunca
han sido solitarios o por lo menos no en el sentido de La Gran
Soledad Renovadora. El abuso de la grandilocuencia lleva al ridículo.
Y con el párrafo anterior se comprueba la desmedida lógica que
desde El manantial latente se ha tratado de imponer. Otros
ejemplos, para terminar de mover la cabeza y dejar solos a los poemas
y al lector:)
(Yo
quisiera destacar dos rasgos que encuentro, en mayor o menor medida,
en los poemas de estos nueve autores: la desconfianza ante la
escritura poética y la incorporación del contexto del poema al
interior del poema.)
(Creo
que otros poetas mexicanos, franceses, ingleses, españoles,
chilenos, argentinos y etécetera ya lo han hecho desde hace como 100
años. No veo lo destacable. Si quieren ejemplos les puedo dar por lo
menos 50 referencias bibliográficas para que entiendan que es mejor
un redescubrimiento constante de estas formas, que asumir que se está
dando por primera vez El Descubrimiento.)
(Esta
desconfianza ante el fenómeno lírico resulta más que acusada en la
obra de Daniel Saldaña Paris que incluso dice o simula decir:
“Quisiera escribir sobre la escritura, como un bardo que se muerde
la cola. / Pero no llego: muerdo…” Sus poemas (ya de por sí
condensadísimos, al borde de la implosión)
siempre están a punto de no serlo, de ser algo menos o algo más, y
en ese filo se tensan.)
(Qué
curioso, para Fabre todo está al borde de algo, en Santamaría al
borde del autismo y en Saldaña Paris al borde de la implosión. Será
que por eso tanto estar al borde lo hace no concretar nunca su propia
visión de la poesía mexicana. Estar en los bordes no te permite ser
ni ver el fondo, y casualmente el 90% de los poetas mexicanos está
en el fondo. Fabre debería de decidirse por fin a dejar de estar al
borde y saltar de una vez. Tal vez así se salvarían un poco su
texto y sus antologías.)
(En
cuanto al otro rasgo común que aprecio en la obra de estos poetas,
la incorporación del contexto del poema al interior de
este mismo, supone dejar de entenderlo como algo fuera
—por encima— del mundo para (volverlo a) comprender como un
lenguaje en relación con el momento y el lugar desde donde se
escribe.)
(¿Así
o más retórica de relleno?)
(Por
supuesto que se trata de una escritura política: si incorpora el
contexto al interior del poema es también para
reverberar en el afuera del poema, en el contexto.)
(Si es
una escritura política entonces significa que a los poetas de la
Casa del Poeta ya no les molesta (o ya entendieron) la poesía social
o los panfletos. Ya habla bien de Fabre que acepte que la poesía no
es sólo para la poesía. Un acierto.)
(Es
en este sentido que considero a “Carta” de Rodrigo Flores como
uno de los poemas más emblemáticos de este momento y por ello esta
antología abre con él. Allí el poema, o lo que tradicionalmente se
entendería como poema, es negado y en su lugar lo que se nos ofrece
es el mero contexto del poema ausente: Flores plantea en ese casi
no-poema una lectura de poesía donde el público escuche detrás de
paquetes “sanguinolientos” (que no sanguinolentos) de carne para
hacer visible el contexto del que la poesía generalmente no da
cuenta.)
(Es
curioso entender que durante años cierto tipo de poetas estilo Fabre
han negado la validez de este tipo de poemas, y ahora que alguien
cercano, por no decir del grupo, desarrolla este tipo de poemas ya se
convierta en algo para aplaudir, agradecer y leerlo. Flores llegó a
este tipo de poemas casi 100 años tarde. Otros poemas del mismo
Flores recrean mejor su realidad, con un humor negro más llevadero y
más verosímil; no necesita explicarnos lo que es evidente en una
descomposición social, como en ese poema “Carta”, que es un buen
ejercicio de nota roja en prosa, pero sin vislumbres de poesía:)
(De
hacer visibles los cuerpos, los cuerpos reventados, los cuerpos
intervenidos por la muerte y la violencia. Barrio protestaba contra
la dictadura militar. Yo sé y no sé contra qué o contra quién
protestaría; incluso sé y no sé si se trataría de una protesta.
Un amigo me dijo que le parecía “gratuitamente escandaloso”. Tal
vez. Me gustaría conocer tu opinión. ¿Cómo has estado? (…))
(Mi
opinión es que es claro el cómodo sillón desde donde se escribe
este texto. Y hasta se podría ser irónico: ¡ay, los cuerpos
reventados, ay, qué miedo, qué tristeza, qué dolor...! y cosas así
de moco tendido que llegan a volverse efectistas más que poéticas.
Como digo, cuando el poeta Flores no quiere dar testimonio de una
preocupación mediática por lo socialmente humano, es mejor poeta.)
(Y
hablando de efectismos mediáticos, un párrafo más de la
justificación de Fabre:
Más
que la escritura como testimonio o como denuncia, se trata aquí del
poema como fecha. Elijo el término fecha, porque no estoy del todo
seguro de si se trata de una apuesta por la historia o por el puro
hoy. Y en la fecha se tensan ambas posibilidades. En cualquier caso
es un desmarcaje de aquella concepción del poema (tan cara a cierta
poesía mexicana) como un instante suspendido e iluminado, fuera de
la historia y del calendario, pero desde ya inscrito en la eternidad.)
(“...desde
ya inscrito en la eternidad.” Más modestia no se puede pedir. Y
después no quieren que uno los critique (pero “si se ponen de
pechito”, como dicen en la calle). Aquí él solito se mata: ¿Cómo
seguir una vanidad así? No sé cómo se puede estar de acuerdo con
un tipo tan enfermo de tiempo y tan ególatra: ETERNIDAD.)
(Óscar
de Pablo, por su parte, lleva ya varios libros explorando nuevas
posibilidades de aquello que en otro momento solía descalificarse
con adjetivos como “panfletario” o “comprometido”. En su
poesía es claro un compromiso político aliado a una conciencia
histórica (en su caso sí) que es también una conciencia de la
historia de la forma, de la tradición poética y echando mano de
ella con singular fortuna. O la poesía de Paula Abramo, donde la
autora hace confluir a la poesía mexicana con cierta tradición
poética brasileña: aquella donde la experimentación formal es
también una preocupación social: la del “Poema sucio” de
Ferreira Gullar —que Abramo tradujo)
(espléndidamente—
o la de “El perro sin plumas” de João Cabral de Melo Neto. En
ella el rigor y la exactitud formal son una ética. Pero también es
político el estruendo de los poemas en prosa a todo volumen de
Minerva Reynosa: post-feministas, post-punks, post-pop. Estruendo: no
es casual tampoco que Alejandro Albarrán haya titulado precisamente
Ruido a su primer libro. Un estruendo que oponer a la poesía del
silencio: tan aséptica, tan apolítica, tan pura. Frente a esa
poesía, el contexto, el ruido del mundo, el sonido de fondo, un
paisaje brutal aunque inasible entrevisto velozmente desde la
ventanilla de un tren en marcha: ese imparable poema de Maricela
Guerrero
llamado
Kilimanjaro.)
(En
ciertos poetas, conocidos algunos, otros no, es preferible -como lo
señalara Cardoza y Aragón- quedarse con alguna que otra bella
página que hayan escrito. Con estas afirmaciones da pie para volver
al mismo cuestionamiento: ¿por qué sería válido para nosotros
entender y creer que por tratarse de los amigos de Fabre de pronto ya
es bueno que escriban panfletos y poesía social y post- todo? ¿Y
que entonces todos los otros poetas mexicanos que han escrito
exactamente con esas características desde hace más de 50 años no
tengan validez aunque estén vivos y puedan ser leídos y
entrevistados y con mayor derecho a ser denominados con la etiqueta
“poesía mexicana actual”? No encuentro la novedad ni la
actualidad en lo que menciona Fabre como aciertos en estas poéticas.
Si él ignora la gran tradición panfletaria o de poesía social o
anárquica o post-todo, es porque apenas está descubriendo en la
poesía mexicana lo que para otros lectores ya es una tradición.
Habría que prestarle varios libros para que se ponga al corriente y
deje de descubrir cosas ya hechas (aunque sea por piedad y que no
quede en ridículo). Los poetas antologados merecerían más respeto
y más atención. No están inaugurando nada, vuelvo a decir, son
producto de algo que se viene escribiendo desde tiempo atrás en
México y en todos los países del mundo. Disfrutar la lectura de sus
poemas y seguir de cerca sus libros recientes y futuros es obligación
amable para que no nos pase como a Fabre: por no leer lo que no se
vende en el FCE o lo que no publica CONACULTA o lo que no leen
nuestros amigos, ignoramos lo otro que también se escribe en México.)
(Y
es que esta antología toma partido sólo por algunas de las
posibilidades de la poesía mexicana: las que a mí me parecen más
interesantes, propositivas, vitales, las que intentan asumir
formalmente su época, representadas por estos nueve autores aunque
compartidas por muchos más.)
(Vaya,
algo un poco más sensato pero igual de inexacto. ¿Cómo no le van a
parecer las más propositivas, vitales y las que intentan asumir
formalmente su época si son las que él presenta? Si está queriendo
vender una idea estética o poética, está perdiendo clientes.)
(Casi
podría decirse que la poesía mexicana se ha polarizado (no quiero
sonar maniqueo, pero el país anda así, aunque claro, todo dentro de
una conciencia y una retórica de la pluralidad): por un lado, esta
serie de escrituras que se erigen más allá de lo que fuera la
poética dominante, que se radicalizan, se cuestionan, y exploran más
allá de sus límites; y, por otro lado, poéticas que se han asumido
como albaceas del legado de la poesía más conservadora e
institucional, que han hecho suya la encomienda de salvaguardar lo
tradicionalmente considerado como poético (llevándolo a extremos
involuntariamente ridículos y accidentalmente caricaturescos), o
que, en su defecto, han intentado utilizar ciertos recursos “posmo”
pero la noción de poesía en que se sostienen sigue siendo la del
antiguo modelo poético.)
(En
esto sí que peca de inocente. En verdad, ¿cuándo abrió los ojos
Fabre? Parece desconocer toda la historia de la poesía mexicana y en
general, a menos que esta antología se vaya a ocupar como texto
escolar a nivel secundaria o algunas preparatorias del Opus Dei,
porque si no, no encuentro la razón de estos párrafos didácticos y
“lúcidos”.)
(El
lector interesado en neoconservadurismos ramplones puede encontrar un
ejemplo sin desperdicio en la sección mexicana de Poesía ante la
incertidumbre: la fallida antología de poesía iberoamericana que
quiso vender la claridad verbal y la emoción poética más chata
como una postura que oponer a estos tiempos oscuros: “La emoción
no puede estar de moda. La emoción es intemporal y universal. Y la
poesía tiene que emocionar. Ante tanta incertidumbre, para nuestra
sorpresa, una gran parte de los nuevos poetas en español se han
adscrito a una tendencia tan experimental como oscura…”)
(Y como
le dije a los dos poetas antologados que se ofendieron tanto con mis
comentarios al aire en el Facebook: cómo sucede que Fabre o ellos
mismos en algún momento puedan criticar duramente y burlarse sin
tregua de otros poetas y cuando uno los critica ya no les gusta. Ser
objetivo y aguantar las críticas creo que es parte de la formación
del poeta. En el párrafo anterior Fabre nos ilustra cómo no se debe
hacer una antología, como si él supiera hacerlas muy bien.)
(Y por
otra parte, y ya para terminar, Fabre casi nos felicita por leer su
antología y nos hace cómplices de sus desaciertos: Por otra
parte, tal vez una de las pruebas de la fuerza de estas
nuevas poéticas aquí representadas lo constituya un
curioso fenómeno: la escritura de algunos poetas de generaciones
anteriores se ha transformado también a partir del cambio de
paradigma estético operado desde la escritura
de los más jóvenes: una influencia a la inversa de lo que sucede
tradicionalmente. ¿Se trata de una “cirugía estética”, un vano
afán de rejuvenecimiento en una cultura donde el modelo a seguir es
la juventud? ¿Podríamos hablar de una poesía-botox? ¿Es una moda
o es algo más profundo? Debo confesar que en última instancia, a mí
la moda no me parece mal. La moda como un modo, superficial si se
quiere, de, como otrora se decía, ser moderno,
es decir, de habitar el hoy. Y es justo la marca
del “hoy”, la fecha, lo que faltaba a la poesía
mexicana tan preocupada por la eternidad. Sí, las modas
pasan. Habría que añadir: como todo. Y también: las modas vuelven.
Algunas. A veces. Pero hoy por hoy no me interesa preguntarme: ¿qué
de todo esto perdurará? Sino, más bien: ¿qué está pasando? Y lo
que está pasando es este ahora convulsivo de la poesía mexicana al
que, por momentos, me siento tentado a llamar Edad de Oro: una
época de liberación poética que tiene lugar justo en
pleno desastre del país, pero sin negar el desastre, más aún:
asumiéndolo. Sí, qué ganas de declarar una Edad de Oro
de la poesía mexicana, aunque sea de broma, aunque sólo sea por
molestar.)
(En mi
caso, como dije antes, más que molestia, me da pena ajena, y yo, en
vez de la Edad de Oro la llamaría Las Edades de la Pirita: la poesía
mexicana tan preocupada por la eternidad. Fabre denuncia ciertas
preocupaciones sobre la poesía mexicana, pero él mismo parece más
preocupado por conservarse como el Dorian Fabre de la poesía
mexicana. Dice cosas tan viejas como “ser moderno”, “paradigma
estético”, “habitar el hoy”, “época de liberación
poética”… Parece que estoy leyendo a Justo Sierra. En fin, que
habrá quien se crea todo su prólogo y toda su grandilocuencia
gracias al apoyo constante de las grandes instituciones culturales y
universitarias de México.)
(Y
hasta aquí mi texto serio pero no académico sobre esta antología
fallida en su vanidosa formación y prólogo y con bellos aciertos
entre los poetas y poemas seleccionados.)
(Contesto
con verdadero placer a los dos poetas que se sintieron ofendidos y
violentados por mi diálogo con el poeta Pedro Damián en Facebook,
pero leí en otro momento -creo que era de Brecht- algo así: “se
le llama violento al río pero no se llama violentas a las orillas
que lo contienen”. Habría que preguntarse si no es violenta la
actitud que siempre ha tenido Fabre y algunos de sus amigos en
contra del otro 90% de poetas mexicanos con sus absurdas afirmaciones
y cabría denunciar seriamente sus abusos y pedirle en este caso a la
UNAM que cuide más los libros que imprime, porque está entrando al
juego de la mercadotecnia de la pose y la discriminación. Agradezco
la atención prestada y recomiendo la lectura de Las edades de la
pirita, pero sólo los poemas, porque todavía hay tontos que creen
que el Tiempo es Oro.)
(Marco
Fonz
Quito,
Ecuador, atemporal.)
(P.D.
Por fortuna, ahora, hoy, actualmente, recientemente y la
nueva forma de leer los libros de la UNAM también es virtual, y
se agradece.)
(Epílogo
Para que Luis Felipe Fabre no diga que sólo quiere molestar y que en
verdad se haga un trabajo serio y completo de investigación sobre
poetas sociales, panfletarios, rebeldes, radicales, punk, bizarros y
sin estar solamente al borde si no en verdad dentro de sus
situaciones de vida, no sólo en apariencia ni en pose (porque una
verídica poesía de la calle surge cuando la calle se transforma en
poesía), quisiera regalarle esta lista de poetas que curiosamente
vienen trabajando desde hace años toda la estética que Fabre acaba
de descubrir. Y no es malo que Fabre tenga sus primeras experiencias
con este tipo de poesía, lo que es excesivo es que crea que son
actuales y que sólo nueve poetas las desarrollan en México, cuando,
si es real su interés por ello, a continuación encontrará
propuestas para las que se esperaría que se diera el tiempo y el
verdadero oficio de lectura e investigación para ver si se le ocurre
seguir la sugerencia que alguno de los poetas antologados me hizo:
hacer una antología de poetas resentidos (no apagaré su sarcasmo,
pero no lo olviden: el resentido aparece en respuesta de la actitud
abusiva). Y ojalá también los nueve poetas antologados lean a estos
otros poetas para que no se sientan tan solos creando poemas que ya
otros vivían desde hace muchos años, antes de que los nueve
publicaran sus primeros libros (o incluso algunos coincidirán en la
edad, pero no en la necesidad de forzarse a escribir con calle,
siendo ésta su naturaleza real):)
(Roberto
López Moreno, Leopoldo Ayala, Oscar Altamirano, Enrique González
Rojo, Edgar Artaud Jarry, (Ya conocen a Jaime Reyes), Juan Martínez,
José Vicente Anaya, Ramón Martínez Ocaranza, Pedro Damián, Ektor
Zettaek Balam, Orlando Guillén, Lalo Quimixto Chacala, Francisco
Zapata, Ramón Méndez, Ricardo Castillo, Rogelio Dueñas, Jaime
Coello, Israel Miranda, El Colectivo Morvoz, Colín, José Fons
Textosterona, Ángel Carlos Sánchez, Colectivo La Tarántula
Dormida, Jesús Bartolo, Andrés Cardo, Adriana Tafoya, Saúl
Ibargoyen, Colectivo Órfico, Mauro Hernández Fuantos, Jerónimo E.
Gómez Cuadra, Reneé Acosta, Rojo Siena Editorial, Colectivo La
Rabia del Axólotl, María de Jesús Villalpando, Gerardo Grande,
Javier Raya, Semanario Deportivo de Poesía, Máximo Cerdio, Tulio
Chavarría, Jeremías Marquines, Mikel Lecumberri, Rojo Córdova,
Pita Ochoa, José Peguero, Fernando Trejo, Arturo Alvar Gómez,
Gustavo Alatorre, Daniel Téllez, José Manuel Recillas, Ruperta
Bautista, Andrés López, Metáfora Hoja de Poesía, Ángel Nungaray,
Ignacio Ruiz Pérez, Sonia Silva-Rosas, Antonio Salinas, La Jerga,
Revista Clarimonda, Éric Marváz, Estrella del Valle-Arizpe, David
H. Rambo, Mauricio Jiménez, Javier Moro Hernández, Balam Rodrigo,
El Piñón, Adán Echeverría, Iván Cruz, Sergio García, Pterocles
Arenarius, Mardonio Carballo, Juan Carlos Bautista, Arturo Terán,
Gabriel Cruz Mayorga, Heriberto Yépez, Marceal Méndez, Sergio
Loo... y cuando terminen de leer les enviaré otra pequeña lista
con más poetas mexicanos actuales. Porque querer vender pirita en
vez de oro es un daño espiritual.)
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